jueves, 10 de noviembre de 2011

Once.



Sumida en lo mas profundo de mi escondite, pensando en aquel momento, en aquella noche. Tan especial, tan única, tan perfecta.
Él vino a buscarme a mi casa, estaba todo planeado desde hace un mes. Yo le diría a mis padres que iba a pasar la noche en casa de Penny con ella y Miranda. Se suponía que íbamos a ver un maraton de películas románticas comiendo miles de palomitas.
Pero mi plan era, pasar la noche más perfecta de la historia. Junto a él. Subí a su moto, y emprendimos el viaje.
Nos dirigimos hacia la carretera general, donde tomamos un desvió hacia una carretera algo más montañosa. Cuanto más avanzábamos más frío tenía. Las temperaturas iban bajando a medida que alcanzábamos mayor altura. Yo observaba detenidamente el camino por el que estábamos circulando, cada vez se volvía mas verde y denso. Vislumbré entre unos árboles un camino que conducía hacia una especie de cabaña. Era de madera, estaba bastante cuidada, parecía hasta que le habían dado una capa de barniz, pero dudé en si, en medio de aquel lugar alguien se molestaría siquiera en cuidarla, aunque se veía bien acojedora, al menos desde fuera y le sobresalía una pequeña chimenea.
La moto se detuvo, él se giro espectado, me miraba sonriente, intentaba descifrar mi reacción, mi estado, mi pensamiento.
Yo me baje de la moto. Sin mirarlo. Abrí la puerta del refugio y me alegró saber que era tan acojedor como por fuera. Era hermosa, en un lado se encontraba una mesa con nuestras mochilas encima, que él, horas antes se encargo de traer. En el otro había una pequeña chimenea. Estaba apagada. Habría que conseguir madera para encenderla. Me dio un escalofrío. Estaba muerta de frío. Me gire y le eché una radiante sonrisa.
- Hay que ir a buscar madera. - me dijo alegre. - Ve tu mientras yo preparo los sacos y la mesa para cenar, anochecerá dentro de poco.

Me dirigí hacia la parte de atrás donde había un sendero, me adentré en el y fui recojiendo palitos. Cuando supuse que recogí suficientes decidí volver a la cabaña.
- Jajaj con esos palitos podriamos mantener encendida la llama de un mechero - me dijo burlón. Yo dirigí mi mirada a los troncos que habia apilados cerca de la chimenea, habría jurado que antes no estaban allí.
- No, antes no estaban - parecía que me habia leido el pensamiento - Los traje ayer, pero los deje debajo de la mesa aquella.- Ahora dirigí mi mirada a la mesa, no me había percatado de que estaban colocadas ya las cosas de la cena, y habia velas encendidas. Parecía tan romántico aquello, la cabaña en medio de la montaña, la chimenea, las velas, él, yo. Era perfecto.
¿Que era eso que veía? ¿Era mi.. mi nombre? Pareció que me volvia a leer el pensamiento.
- Si, lo he puesto ahora, permanecera aqui, como nuestro amor, - se fue acercando - para siempre. - me besó.
- ¿Y si se borra? - pregunté, más para mis adentros que a él.
- ¿Cómo que si se borra? - preguntó preocupado. Yo me sentía culpable por haber hecho una pregunta asi en un momento de pleno amor, se supone que era de pleno amor.
- Olvidalo, era una pregunta tonta - me acerqué a el y le besé para así esfumar todas sus preguntas. Respondí a mi misma la pregunta, si se borra, nuestro amor habrá acabado. Pero no podía pensar eso, me moría solo por pensar en el fin.

Salimos fuera de la cabaña después de que él dejara el fuego encendido para que el calor se fuese apoderando de cada rincón de la cabaña. Afuera ya había anochecido. La luna estaba radiante, en plena hermosura, brillaba como nunca, o esa situación me hacia verla de esa forma. Observé las estrellas, en la ciudad no se veían con tanta claridad, por no decir que no se veían. Había miles, millones, hermosas, grandes, pequeñas pero sobre todo lejanas, muy lejanas, cada una con su propia vida, su propia luz, su propio fuego. Me giré para decirle a él lo espectacular que estaba el cielo, pero mis palabras de esfumaron, me estaba mirando, sentí un fuerte cosquilleo en el estomago cuando nuestros ojos coincidieron, me penetraban, me miraban con hambre, con deseo. Yo me ruboricé, y aparte la mirada, nerviosa, risueña también, pero sobre todo feliz.
Entramos en la cabaña, la cena la pasamos por alto. Nos dirigimos directamente a los sacos. Se tumbó y extendió su mano para que yo hiciese lo mismo. Lo mire. Y me fui tumbando lentamente.
Me beso. Le bese. Nuestras lenguas jugaban sin parar, como si no hubiera final. Caricias, besos, miradas. Deseo, calor, nervios. Amor.

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